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Daniel Noboa ha ganado las elecciones del pasado domingo en Ecuador. El empresario y candidato de la derecha a la presidencia ecuatoriana superaba a la ... aspirante de la izquierda correísta, Luisa González, por doce puntos con el escrutinio casi finalizado. La segunda vuelta de los comicios ha dictado sentencia, aunque González no acepte los resultados tras la declaración del estado de excepción por Noboa un día antes de las votaciones en siete provincias y en la capital y por supuestas irregularidades que están por demostrar. Al margen de las sospechas mencionadas, lo que es una realidad es que el correísmo, «enemigo a batir por los restantes partidos», si no hubiera sido por la unión de todas las fuerzas políticas contra una, hubiera vuelto a gobernar en 2021 tal y como refleja la Hemeroteca.
En cualquier caso, la realidad se impone y Noboa mantiene el poder en «el Nuevo Ecuador» (eslogan utilizado en la campaña electoral), un país sumido en una profunda crisis que es la del propio régimen político. La generalizada descomposición social se manifiesta fundamentalmente en la escalofriante violencia criminal relacionada con el narcotráfico que ha penetrado en las estructuras estatales con sorprendente rapidez (de los 5,79 homicidios por cada cien mil habitantes en 2017 se pasó a 46,5 en 2023 y 38 en 2024). Y, por otra parte, recordemos que la concentración de poder estatal en manos de ciertas élites está cuestionando sin tapujos el orden constitucional y legal. Este autoritarismo se ha extendido del poder político a la sociedad y a la ciudadanía, siempre con el mantra del anticorreísmo, con un repudio patológico a las izquierdas y con innegables tintes de clasismo y xenofobia.
El éxito de Noboa radica en su capacidad, u oportunismo, para identificarse y canalizar esta sensibilidad política a la sociedad ecuatoriana. En esta coyuntura es conveniente recalcar la responsabilidad de las mencionadas izquierdas y de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) y el Movimiento Pachakutik con sus mantras internos. Todo ello ha permitido que la gestión desastrosa, o al menos cuestionable, de los gobiernos de Lenin Moreno, Guillermo Lasso y el año y medio de Daniel Noboa y las penosas consecuencias de sus políticas neoliberales no hayan influido lo suficiente como para elegir otra alternativa. Las políticas de desestructuración de lo público y de un Estado reducido a su mínima expresión, consumadas por éstos, han conducido al país a una crisis institucional sin precedentes y a la delicada situación en la que se encuentra en la actualidad (alto desempleo, corrupción, inseguridad, crisis energética, severos problemas económicos, etc.). Triste, porque Ecuador transita por un trance crítico de su supervivencia como República. Claro que puede ser que la victoria y las políticas del nuevo paladín anticorreísta sea la espoleta que lo haga saltar por los aires.
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