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Miguel Martínez
En deuda con Portmán

En deuda con Portmán

Primera plana ·

La complejidad y la magnitud de la restauración de la bahía parece haber sobrepasado a un Ministerio que en 2011 hizo creer a los vecinos que era posible recuperar la lámina de agua y retraer 250 metros la línea de costa para disponer de un puerto deportivo. Ahora se apuesta por una solución que está muy lejos de lo prometido

Domingo, 13 de abril 2025, 07:29

Una de las mayores catástrofes ecológicas de Europa, amparada legalmente durante 33 años por el Estado, merecía una reparación proporcional a la magnitud del daño, dentro de lo posible desde el punto de vista técnico y medioambiental. Orillada de las grandes prioridades nacionales, e incluso a veces marginada de la agenda regional, la regeneración de la bahía de Portmán lleva años estancada en la desidia, la chapuza, el lío permanente y la falta de ambición o de fondos. En otro país quizá se habría constituido un comité científico internacional que hubiera encauzado su restauración. Aquí, en 2006, dieciséis años después de que el expresidente socialista Carlos Collado pusiera fin a este atentado contra el patrimonio natural, se llegó a un consenso entre administraciones, del que nació en 2011 un proyecto de regeneración en el Ministerio de Medio Ambiente, bajo la coordinación de la entonces secretaria de Estado de Cambio Climático, Teresa Ribera.

Este proyecto aprobado consistía en el dragado parcial de los estériles que colmataron la bahía y su traslado mediante cinta transportadora a la corta minera de San José. El plan incluía la generación de una playa de arena fina de 45 metros, retrasando la línea de costa unos 250 metros y revegetando la zona. Sin embargo, esa propuesta del propio Ministerio ha sido descartada tras un informe del Centro de Experimentación en Obras Públicas (Cedex) sobre las soluciones propuestas por una consultora. Finalmente se aboga por un dragado mínimo para luego recubrir el material contaminado con otro limpio y evitar así que el primero llegue a la orilla. Es básicamente un sellado de los estériles, sin traslado de ningún material y sin el retroceso de la línea de orilla, como proponía el plan de 2011. La respuesta del Ayuntamiento de La Unión, la Comunidad y los vecinos ha sido de total indignación con una solución que veníamos anticipando desde hace meses, pero de la que hubo confirmación oficial por el propio secretario de Estado de Medio Ambiente, Hugo Morán, este jueves.

Al 'número dos' del Ministerio no se le puede negar que dio la cara en un ambiente hostil por la solución propuesta, aunque aún estamos a la espera de una nota oficial aclaratoria del Ministerio sobre lo que se hará y a que dé respuestas a muchas preguntas sobre lo que está por venir y lo que proyectó en el pasado y ahora descarta. Morán acusa a las autoridades locales de haber engañado a los vecinos porque la opción del sellado también estaba presente en el proyecto de 2011. Efectivamente, en la bahía hay 35 millones de metros cúbicos de sedimentos altamente contaminados que deben permanecer confinados, pero también es cierto que el plan de 2011 incluía el dragado de 2.659.476 m3 de sedimentos, de los cuales 1.905.476 m3 se trasladarían a la corta minera, y 754.000 m3 se acondicionarían en la futura zona verde de la playa. Un dragado superficial, pero suficiente como para recuperar la lámina de agua y retrasar la orilla esos 250 metros, dos actuaciones que ya no se harán. El único dragado previsto ahora es el que se hará para garantizar el recubrimiento del material contaminado con arena limpia. ¿Por qué no recuperar el proyecto de 2011 como piden el Ayuntamiento de La Unión y los vecinos? Para esa pregunta carecemos de respuesta, quizás porque es un tanto incómoda, pues aludiría a que los estudios que dieron lugar a la elaboración del proyecto de Teresa Ribera estaban mal hechos o fueron excesivamente optimistas. Después de varios fiascos e intentos fallidos con los populares Arias Cañete y Tejerina al frente del Ministerio, el Gobierno de Rajoy puso en marcha en 2016 ese proyecto original, aunque tres años después, ya con Ribera al frente del Ministerio, se suspendieron las obras por diversos problemas. Durante la excavación del primer metro de arena se generó una zona de agua embalsada debido a que el nivel freático estaba muy cerca de la superficie. Causa sorpresa que esa eventualidad no estuviera contemplada en los estudios previos realizados para el proyecto de 2011, pero lo cierto es que las dificultades y los riesgos derivados del tratamiento de esa 'laguna', por su posible contaminación con metales pesados, paralizaron los trabajos hasta hoy.

La complejidad y la magnitud de la obra parecen haber sobrepasado a un Ministerio que hizo pensar a los vecinos que era posible recuperar la lámina de agua y ganar 250 metros para disponer de un puerto deportivo. Visto lo cual se estaría apostando por la solución más garantista en lo medioambiental y lo técnico. También es la mitad de barata (50 millones frente a 100), aunque mi impresión es que pesa más el temor a otro fiasco. Es posible que no haya capacidad técnica disponible para cumplir con lo prometido en 2011. De entrada no parece que el encargo de evaluar qué se puede hacer en Portmán cayera en las manos más experimentadas. En las últimas décadas, el Ministerio atesora proyectos muy bien ejecutados y otros no tanto. Incluso hay algunos luego no aplicados por razones políticas, como el de vertido cero.

El futuro turístico de La Unión depende de Portmán. Si a los propietarios del proyecto Castor, el almacén submarino de gas cuya declaración de impacto ambiental firmó Ribera en el año 2000 y que se cerró al causar cientos de seísmos frente a Castellón, se les indemnizó con 2.419 millones, que pagaremos en la factura del gas durante 30 años, a cuánto asciende la deuda del Estado con los vecinos que confiaron en una regeneración mucho más ambiciosa de su devastada bahía. Lo que hoy se les ofrece está muy lejos de lo prometido.

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