
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La licenciada en Historia y Documentación María Carmen Saorín (Archena, 1978), actualmente administrativa en un taller de Fortuna, del que lleva su gestión, se ... define como un alma inquieta, hasta el punto de que se llega a plantear «si practicar un 'hobby' nuevo o no, porque sé que me va a gustar y ya me faltan horas al día». Así llegó al mundo de la espeleología, donde actualmente es responsable de simas y cuevas de la Federación de Espeleología de la Región de Murcia.
–¿Cuál es la función de su cargo en la FERM?
–El principal objetivo es proteger y conservar nuestras cavidades y barrancos. Además, hay que controlar la limpieza de cavidades, la regularización de las visitas a diferentes simas que están protegidas por la Región, la revisión del material que se encuentra dentro de algunas de ellas para que las visitas sean seguras, la protección de posible restos arqueológicos y paleontológicos y la protección de la fauna y los ecosistemas subterráneos. También colaboramos con las administraciones municipales y regionales en la protección de nuestro entorno y, desde nuestra web, 'espeleomurcia.es', damos información e intentamos ayudar a conservar el mundo subterráneo. También exploramos los nuevos 'agujeritos' que vamos encontrando en el monte. Este año vamos a comenzar el bonito proyecto de renovación de la topografía de muchas de las cuevas que tenemos y de las nuevas descubiertas. También vamos a acometer estudios del estado del aire que se encuentra en algunas de ellas. Se trata de conocer si el CO2 que emitimos les perjudica o hay riesgo para el espeleólogo porque pueda entrar en hipoxia. También vamos a analizar el estado de las aguas de algunas de las simas que cuentan con lagos interiores para determinar la composición y la pureza del agua y conocer si el ser humano la contamina con orines y la suciedad o la grasa que llevamos en nuestro cuerpo.
–¿Cómo llegó a la espeleología?
–Siempre he tenido miedo a las alturas, y un día me dije «hasta aquí he llegado, tengo que enfrentarme a esto», y así fue como comencé a hacer actividades donde la alturas y los grandes precipicios eran requisitos indispensables. Comencé el descenso de barrancos y cañones. Me gustó mucho y quise formarme haciendo cursos de la Federación en los que me picó la curiosidad de las cuevas al oír a los profesores hablar de ellas. Me embarqué en un par de cursos de espeleología y cuatro años después soy una auténtica apasionada del subsuelo.
–¿Cómo vamos de cuevas aquí?
–A día de hoy contamos con un registro de más de 300 cavidades, a las que hay que sumar las que quedan por descubrir, porque todavía hay muchas zonas de monte por investigar. Algunas de ellas son muy interesantes y profundas, con más de 300 metros de profundidad; en otras se están haciendo investigaciones subacuáticas, como es el caso de Cueva del Agua, Destapada y Hornos, donde incluso se meten buzos porque cada vez hay más certeza de que están conectadas bajo el mar. En la sima de Benis, se están realizando investigaciones para ver los gases que emiten e intentar prever así la actividad sísmica y volcánica. Tenemos para todos los gustos, incluso con lagos donde darte un chapuzón después de la caminata, como la cueva del Gigante y la de Neptuno. Somos unos privilegiados porque las condiciones de nuestro subsuelo, mayormente volcánico, nos permiten que todas nuestras cuevas o simas tengan una temperatura estupenda de 21 grados casi todo el año. Es un lujo que solo ocurre en esta Región. Si nos vamos a Valencia o Almería, donde están las más próximas, ya son algo más frías. En el norte necesitas cuatro capas de forro polar y sigues helado. También nos encontramos escenarios de ensueño, porque la mayoría se han generado por hipogénica, que es la salida del agua del interior hacia la superficie. Así se han creado unos paisajes que ni en películas. Hay una, por ejemplo, con higos gigantes o supernubes de caliza, de hasta casi dos metros de diámetro colgando del techo.
–¿Les prestamos la atención que se merecen?
–Todavía queda mucho trabajo por hacer. Ten en cuenta que todas estas tareas de mantenimiento, limpieza, catalogación... las realizamos voluntarios durante el tiempo libre. La federación aporta dinero, algunos clubes y asociaciones también colaboran, pero por desgracia el apoyo de las administraciones es muy bajo. Compramos material, pagamos laboratorios para los estudios que se hacen, pagamos maquinaria de detección de gases..., pero nunca es suficiente. Animamos a los jóvenes a conocer este bonito deporte, en el que siempre te estás poniendo a prueba físicamente, pasando por lugares estrechos, incómodos, con barro..., pero la recompensa de encontrarte con una miniciudad subterránea es algo mágico. En la federación tenemos la suerte de contar con casi 30 clubes que colaboran concienciando a sus socios de la importancia de cuidar las cavidades.
–¿Y las cuidamos bien?
–Desafortunadamente no. Se siguen rompiendo cadenas para entrar a cuevas protegidas, en las que no se respeta ni en época de cría de murciélagos. Encontramos muchas pintadas y basura. No tenemos conciencia de que es algo nuestro y que el daño que se les ocasiona es prácticamente irrecuperable.
–¿Qué se puede hacer para que pasen bien conservadas a las siguientes generaciones?
–Hay marcadores de tela no contaminantes y biodegradables para no perderse, en vez de usar espray, como se sigue haciendo. No hay que romper formaciones superbonitas y brillantes que luego en el exterior se oxidan y se convierten en un trozo de roca más. Hay que insistir en la juventud mediante campañas de concienciación y conocimiento de lo que es el mundo subterráneo que tenemos. Hay que poner en valor estas joyas de la naturaleza para que se respeten y no se expolien. Damos charlas por los colegios de la Región, no solo para dar a conocer esta actividad, sino también para enseñarles a los más jóvenes a valorar lo que tenemos.
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