![Buceo sin barreras para niños con discapacidad: «No podía llorar porque llevaba las gafas, pero fue muy emocionante»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2025/02/05/198627331--1200x840.jpg)
![Buceo sin barreras para niños con discapacidad: «No podía llorar porque llevaba las gafas, pero fue muy emocionante»](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2025/02/05/198627331--1200x840.jpg)
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A José, un chico de 15 años con Trastorno del Espectro Autista (TEA), siempre le ha maravillado el agua. «Le fascina. Le encanta sentirla rodeando su cuerpo. Además, se siente muy atraído por la luz que refleja, y por el movimiento», afirma su madre, Carmen Pazos. «Es algo que le relaja muchísimo». Por eso, cuando el pasado sábado el menor entró en el Palacio de Deportes de Cartagena y vio el reflejo que el sol dibujaba cerca de las cuatro de la tarde sobre el agua de la piscina municipal, se sintió como en casa. Aunque lo mejor estaba por llegar e iba a ocurrir bajo la superficie.
De la mano de los instructores del proyecto 'Buceo Inclusivo Supera', una iniciativa solidaria del Grupo de Exploración Subacuática de Cartagena (GESC) que hace del submarinismo un modo de inclusión y una herramienta de superación para personas con diversidad funcional, José pudo sumergirse en su elemento preferido y disfrutarlo de una forma que nunca antes había podido experimentar.
«Al principio, estaba un poco nervioso. Le costó un poco aprender a respirar bajo el agua, pero en cuanto lo pilló, lo disfrutó muchísimo», señala Carmen, que pudo bucear junto a su hijo, un momento que califica de «mágico», tan conmovedor que tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas. «No podía llorar porque llevaba las gafas, pero fue muy emocionante».
Junto a José, que es alumno del instituto de la ciudad portuaria Juan Sebastián Elcano, participaron en la jornada otros 15 menores con discapacidad intelectual de las aulas abiertas de este centro y el IES Arturo Pérez-Reverte, y tres más de procedencia externa, así como 13 familiares. En total, 32 menores y acompañantes. «Quisimos crear un entorno muy cercano, porque los chavales se encuentran más a gusto si vienen sus padres o sus hermanos», señala el presidente del GESC, José Soto.
El proyecto de las inmersiones adaptadas, explica, «nació del voluntariado» y sigue realizándose de forma totalmente altruista. «No cobramos absolutamente nada. Nosotros nos encargamos de pagar el seguro, el desplazamiento y de poner todo el material necesario». A cambio, lo que reciben, cuenta Soto, es la «enorme satisfacción» de ver a estos niños y niñas compartir la misma pasión que mueve a los integrantes del grupo. La misma que demostró Violeta, de 13 años. «¡Repitió! Primero se metió ella y luego volvimos al agua juntos», cuenta sorprendido Pedro Peñalver, el padre de esta menor que padece una enfermedad rara llamada CLTC, un mal que causa problemas neurológicos y motores. «Estuvo muy atenta a las normas y le encantó todo, que le pusieran la botella, poder respirar con ella y, sobre todo, estar con los compañeros, porque le gusta mucho el salseo», bromea Pedro.
El pasado mes de diciembre, esta labor solidaria le valió al GESC el premio Solidario Anónimo 2024, un reconocimiento que otorga la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de Murcia en colaboración con la Plataforma del Voluntariado de la Región de Murcia. Solo el pasado año, el grupo realizó, entre este proyecto y la iniciativa 'Buceo en las aulas' –con la que busca acercar a los jóvenes y niños los valores del deporte y el respeto al medio ambiente– en torno a medio millar de bautismos.
Para Jorge Postigo, profesor del aula abierta de Elcano, la jornada «fue una experiencia maravillosa». «Los alumnos salieron encantados de la vida y nosotros también. Así que estamos con ganas de repetir el año que viene», apunta. El deseo lo comparten Loren Colina y su hijo Tomás, de 15 años y diagnosticado de autismo y trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). «Cuando salió, le vi los ojos brillantes», asevera Loren. «No me tuvo que decir mucho porque yo sé cómo es mi hijo y, aunque normalmente cuesta sacarle las palabras, luego le pregunté qué le había parecido y él solo decía: 'Me encantó. Lo quiero volver a hacer'. Desde la perspectiva de una madre, te sientes muy orgullosa de verle dar un paso así y muy contenta de que se haya divertido».
El buceo proporciona a las personas con capacidades intelectuales diversas y con trastorno del espectro autista un momento de paz y de tranquilidad, aporta equilibrio emocional y les permite experimentar nuevas sensaciones de forma controlada y en un entorno seguro. «Además, bajo del agua, la severidad de los síntomas de cada uno de estos chicos se minimiza –subraya Carmen Pazos–. No pesas, el movimiento se vuelve más fácil y pueden disfrutar». A ella le bastó un sonido para entender el efecto que la inmersión había tenido en su hijo. «Cuando volvíamos de la piscina, en el coche, le escuchaba suspirar. Estaba superrelajado». Puede que recordando el agua, y la luz, y el movimiento.
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